Se suele creer que los hijos y las hijas se parecen más a los padres que a las madres. La razón sería evolutiva, se afirma: gracias a este parecido, los padres estarían más seguros de que sus descendientes son realmente suyos.
Esta creencia popular se vio respaldada en 1995 por un estudio realizado con fotografías y que demostró que, a la edad de un año, los niños se parecían más a los padres a esa misma edad que a las madres a esa misma edad.
Cuando nos enteramos que un bebé está en camino empezamos a preguntarnos qué rasgos heredará de nosotros. ¿Quieres saber de qué depende su aspecto físico y su personalidad?
Sin embargo, estudios más recientes han concluido que la mayoría de los niños se parecen a ambos progenitores, aunque algunos se parezcan más al padre y otros más a la madre.
Otras investigaciones han señalado, incluso, que los niños tienden a parecerse más a sus madres que a sus padres, al menos los tres primeros días de sus vidas. Sin embargo, las madres de los bebés tienden siempre a decir justo lo contrario, enfatizando el parecido de los niños con sus padres.
Esta actitud, afirman los expertos, también podría tener una explicación evolutiva: La predisposición de las madres a remarcar el parecido de los hijos con los padres no refleja un parecido real sino que sería una respuesta condicionada destinada a asegurar el cuidado paterno de la descendencia.
Existen genes dominantes pero no definitivos. Por ejemplo, si el padre tiene ojos marrones y la madres los tiene azules, el niño tiene una probabilidad mucho más alta de que los suyos sean marrones puesto que el gen dominantepara el color de ojos es el marrón.