He abierto un proceso de investigación para ver qué me ocurre por las mañanas exactamente y sobretodo a qué es debido. El otro día casi me da otro bajón de tensión y esta mañana, definitivamente, me ha dado otro. No tan gordo como el que conté el otro día, pero a puntoooo. Ay que mal rato, porque es una sensación tan desagradable ¿verdad?. Yo creo que no me ayuda, aunque mi marido lo hace con todo su amor, el zumo de naranja que me tomo cada mañana; creo que necesito un buen vaso de leche con su “asuquita”, con mucha, para poder compartirla con mi niño y no quedarme sin nada. En fin.. que hoy me he vuelto a tomar el desayuno con unas ganas…. Pensar que todo esto que me pasa, es porque mi niño, está cogiendo muchas energías mías, para poder formarse y crecer y hacerse dentro de mi barriguita un hombre de provecho… eso.. me estremece el corazón. Todo por él. Qué maravilla. Una amiga me decía que cuando dio a luz, que fue alucinante en los días siguientes, comprobar ese amor tan increíble y tan nuevo que estaba experimentando. Un amor con mayúsculas, un amor muy mejorado y diferente al que practicamos hoy en día. Desinteresado, sin límites, que todo lo excusa, todo lo perdona… ese amor, que describimos en la carta de San Pablo en todas las ceremonias de matrimonio y que luego a todos, se nos olvida. Se nos olvida que nos comprometimos a amarnos ASÍ. No con “nuestro amor”; sino con el Suyo, que tiene que ir en mayúsculas. Y ese Amor, es el que hace las relaciones PARA SIEMPRE, eternas. Como el amor de unos padres a un hijo, que es indudablemente para siempre, no se acabará nunca, porque amamos así, con ese AMOR. Así que si nuestros hijos, nos ayudan a despertar ese Amor, con ellos y esperemos que nos demos cuenta, que ese mismo Amor, es el que tenemos que dar a los demás, qué gran milagro. Qué agradecidos a ellos tenemos que estar, porque nos enseñan a ser mejores; nos completan, nos “lanzan”, y los enanillos, te entrenan desde que están en la barriguita… simplemente quitándote tu “asuquita”.